Transformando dolor en conexión e imágenes
Estas fotos casi no suceden. Después de manejar unas horas hasta Garzón para hacer una nota para el Financial Times, nunca pensé que lo primero que escucharía de la persona a fotografiar sería: “Hola, quería cancelar la sesión pero no tenía tu teléfono”. Seguramente este no sea el mejor comienzo para una sesión de fotos. Así me recibió Francis Mallmann. No tuvo ni que decirme la razón, era claro por su expresión que estaba con un gran malestar.
A pesar de su dolor de espalda, propuso con amabilidad hacer las fotos igual, pero el sufrimiento se impregnaba en las imágenes. Sabiendo que tenía herramientas que podían ayudar, no podía quedarme ahí parada. Le pregunté “¿Escuchaste hablar sobre la técnica Alexander o la terapia craneosacral?”. “No”, contestó. “¿Te gustaría probar? Creo que puede ayudarte a aliviar la tensión” le dije. “Sí”, respondió.
El toque suave de estas prácticas ayuda a equilibrar mente y cuerpo y a entrar en un estado que permite al sistema repararse a sí mismo. Estuvimos un rato trabajando en la silla, después en el piso y me sorprendí mucho de la velocidad con la que accedió un estado de relajación que alivió mucho la tensión. Usualmente se necesitan varias sesiones para tener estos efectos pero gracias a su apertura y curiosidad, el dolor cedió. Con mayor liviandad y una conexión mucho más profunda, tuvimos una sesión de fotos y una tarde excepcional.
En este tipo de encargos, en los que hay una lista de imágenes a conseguir, es fácil entrar en “modo hacer” y olvidar la diversión y complicidad que puede haber cuando se crea imágenes de a dos, pero el paso más lento que generamos nos salvó de entrar en esa sintonía. Primero hicimos las fotos de los objetos mencionados en el artículo. Francis se convirtió naturalmente en el director de arte de la sesión, proponiendo siempre la idea justa para completar la escena.
Mi momento favorito del día fue cuando almorzamos en su restaurante en Garzón mientras me contaba anécdotas de su vida, atravesada por aventuras. Disfrutamos de un pescado y ensaladas deliciosas mientras abordamos temas como nuestras inspiraciones para crear y la dificultad para equilibrar la creación y la vida social. Descubrí que compartimos la pasión de ver los amaneceres en la naturaleza, el amor por el silencio y los árboles. De hecho construyó su casa alrededor de un ceibo centenario del cual se enamoró y que ahora está en el medio de su jardín.
Al no saber mucho sobre su trayectoria, la sorpresa era constante en el relato: desde que se fue de su casa a los 13 hasta que tiene 7 hijos, con edades entre 5 y 42 años. Es claro que en todo lo que hace se deja guiar por la intuición, y la creatividad es el hilo conductor de su vida. Además de cocinar maravillosamente, también dibuja, borda sus boinas y sus jeans, toca la guitarra y hasta participó en el diseño de su hogar. Todo a su alrededor está tocado por su estilo y forma de ver el mundo, cuidando cada detalle.
Después del almuerzo continuamos con los retratos, explorando distintos rincones de su casa y curioseando las historias de los objetos que la visten. Al despedirnos me regaló una de sus icónicas boinas y salí de la casa agradecida e inspirada. Ya de camino al auto, miré hacia atrás y tuve que volver a sacar la cámara para capturar ese último retrato en el portón de su casa en Garzón que no fue seleccionado por el Financial Times pero que para mí es el recuerdo más lindo de ese encuentro. Agradezco la cualidad de transformación de las prácticas de la técnica Alexander y craneosacra que me habilitaron a hacer las fotos ese día desde un lugar de conexión y presencia. Y agradezco también a @francismalmann y @fthtsi por la confianza y la inspiración.
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