Hacer espacio

Tiempo de escucha o lectura: 3 min

desvelo nocturno

Hace varias semanas que no puedo dormir de noche. Me despierto a las 3 de la mañana con energía como para salir a correr. En ese momento, no parece haber ningún problema que esté dando vueltas en mi cabeza, está todo bien, pero sigo despierta cuando debería estar durmiendo. 

Entonces pruebo distintas estrategias: escucho música, medito, leo, tomo algo calentito. Nada funciona. A veces me duermo sin siquiera saber cómo, otras veces termino levantándome a las 4 de la mañana para empezar el día. Y ahí me pregunto, ¿será verdad que no hay ningún problema en mi cabeza?

Llevo esta preocupación a mi práctica semanal de coaching. Liz, mi compañera de intercambio, me sugiere que me haga estas preguntas, ¿qué no estoy viendo?, ¿qué es lo que no me deja dormir? De inmediato percibo una tensión en el pecho, y como la tensión siempre busca atención, Liz me invita a respirar mientras permanece la incomodidad. Esa tensión ahora se mueve hacia la garganta. Liz continúa guiándome y me comparte más preguntas para mirar la molestia desde la curiosidad, ¿qué color tiene?, ¿qué forma?, ¿se mueve? Mientras estoy acompañando la sensación escucho una voz interna que me trae la respuesta: “hay miedo detrás de ese viaje largo que tenés programado para dentro de un mes.” Creí estar únicamente entusiasmada, pero parece que también hay miedo y no lo estaba detectando.  

Me doy cuenta que cuando la voz de mi cabeza quiere sacarme de las situaciones incómodas, sólo las perpetúa. Y eso, además, me agrega tristeza. De noche, cuando quiero dormir, tengo un objetivo y un plan para lograrlo. Y es muy distinto convivir con lo que hay, que desear cambiarlo. 

Liz me pregunta ¿cómo estoy ahora? y percibo que me siento muy presente, reconozco un gran contraste con mis sensaciones de la noche. Ahora el entramado de mis pensamientos parece haberse desvanecido. Estar con mis emociones me ayudó a hacer espacio. Juntas entendimos que al no tener la intención de corregir, dejamos de gestionar nuestra experiencia y nos permitimos sentir lo que verdaderamente está allí. 

Atesoro estos intercambios que me ayudan a encontrar el camino a casa, a ese saber interno que me muestra que tengo la capacidad de elegir y además muchas más opciones de las que creo. La empatía que me interesa no es la del que se pone en el lugar del otro, sino la de quien acompaña al otro para que ocupe su propio lugar. 

Pronto voy a estar lanzando experiencias grupales para trabajar en la conexión con nosotros mismos y con los demás a través de la comunicación no violenta, la técnica Alexander y herramientas de fluidez emocional. 

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